Cuando hablaba de tercera posición, rescataba la creación de un nuevo modelo para terminar con el capitalismo, al que
calificaba como un mecanismo de “explotación del hombre por el dinero” y para enfrentar al comunismo, al que definía
como la “explotación del hombre por el Estado”. Pero como en la Argentina de segunda mitad de la década del ’40, la
piedra que nos incomodaba habitaba en nuestro zapato derecho y en casi todos sus mensajes el acento siempre estaba
puesto en las desigualdades del reino del dinero.
“Cómo es posible que el progreso industrial, que significa un paso más hacia adelante del hombre en el camino de su
bienestar, le cause el peor de los perjuicios. No es la industria la causa del capitalismo, sino que el capitalismo es
la causa de los males que han crecido con la industria” (1951).
La batalla en el terreno ideológico, tuvo su punto de partida en los tres puntos fundacionales del peronismo.
“Independencia económica, soberanía política y justicia social, es la síntesis que justifica un vasto plan de gobierno.
Esta trilogía de principios, encuentra su natural realización en nuestra fe por las instituciones democráticas
republicanas que nos gobiernan, porque ellas son las únicas que pueden garantizar la libertad y la seguridad de los
pueblos”. (1949).
Cuando mencionaba a la Patria, defendía un modelo político que fue capaz de parir un Nación justa, libre y soberana; en
el marco de una revolución que detuvo el avance de la desigualdad y la dependencia. “Los partidos opositores, se
declararán también enemigos de los imperialismos. No necesitamos esperar que ganen para saber que mienten, porque
siempre han mentido. Entre ellos, unos responden a las directivas y dólares del imperialismo capitalista; otros siguen
al imperialismo comunista. Y cuando el capitalismo y el comunismo se dieron la mano en 1946, todos radicales,
socialistas, conservadores, demócrata progresistas y comunistas, se aliaron con Braden contra Perón” (1951).
En campaña electoral y por radio, la voz de Evita abandonó el calor de la tribuna, en los dos comicios legislativos que
precedieron a las presidenciales de 1951. Lo hizo a través de un análisis exacto, del país de la “Década infame” y un
detallado balance de ese nuevo tiempo que había comenzado en 1946. “La justicia ha llegado. Las promesas se cumplieron.
Basta de ranchos insalubres, perdidos en la inmensidad de las pampas. Basta ya de conventillos, donde crecían la miseria
y las enfermedades. Basta de salarios de hambre. El Gobierno del General Perón, se traduce en viviendas higiénicas y
baratas; en aumento progresivo de jornales y sueldos; en obras educativas; en asistencia médica gratuita;
indemnizaciones por despido; auxilio para la niñez desamparada; pensión para las viudas; crédito agrario para el
campesino que trabaja la tierra; leyes que defienden el fuero sindical y ayuda a los países que sufren las consecuencias
de una guerra tremenda.
Pero no solo en base a la justicia social, los descamisados se han unido al General Perón; también porque el régimen que
desgobernó el país, la desconoció porque no podía sentirla y mucho menos amarla. Justicia social que hace igual a un
hombre, frente a otro hombre. La justicia social lograda por trabajo, sacrificio, lealtal y fe. La justicia social de
los que siendo capaces de soportar tantas humillaciones y tanta miseria, también saben llevar bien alto el banderín de
sus derechos y de su historia. Esa justicia social que es instrumento seguro, en la conquista del porvenir de la patria.
En las urnas no se jugará solamente un hecho político, sino la misma revolución. Nada, ni nadie en esta tierra, pueden
mantenerse al margen de un acontecimiento tan fundamental. Se juega el destino de todas las conquistas logradas hombro
con hombro, por el pueblo y el Gobierno de la Nación. Es en definitiva, un episodio más de la lucha diaria que va
afirmando el triunfo de los descamisados, sobre la derrota de la oligarquía” (1948).
9 de noviembre de 1951, Evita habló a 48 horas de las elecciones y la separaban del quirófano, muy pocas horas: “Yo
seguiré desde mi lecho de enferma la gran batalla. Estaré con cada uno de ustedes, los acompañaré espiritualmente, como
los he acompañado siempre, en las buenas y en las malas. Los seguiré como una sombra, repitiéndoles en los oídos y en la
conciencia el nombre de Perón, hasta que depositen en la urna su voto, como un mensaje de cariño, de fe y de lealtal,
hacia el líder del pueblo. Y cuando lo hagan, quiero que sepan que yo estaré espiritualmente a su lado para darles las
gracias en nombre de Perón, en nombre de los niños, en nombre de los ancianos que se reconciliaron con la vida y que ahora
se sienten amparados bajo la bandera del justicialismo, en nombre de todos los trabajadores que por Perón tienen por primera
vez un sitio de dignidad entre los hombres y en nombre de todas las mujeres que gracias a Perón y al voto femenino, sentimos
a la patria un poco más nuestra.
Yo les agradeceré el voto, por todo un pueblo; por los argentinos de hoy y por las 100 generaciones que bendecirán el
nombre de Perón y nos rendirán el homenaje que merecemos, por no haber cometido el mismo crimen que cometió la
oligarquía renegando de San Martín”.
Imaginaba sepultar definitivamente el pasado, con un siglo peronista y habló otra vez de dar la vida por un voto: “Son
las generaciones venideras, las que han puesto sus ojos en nuestra decisión. Debemos ser dignos del presente y dignos
del porvenir. Queremos que dentro de muchos siglos pueda decirse de nosotros, que el 11 de noviembre de 1951, el pueblo
argentino venció contra todos sus enemigos, sellando definitivamente la lápida de un siglo de traición y de entrega para
entrar seguro y feliz, por el ancho camino de la historia en el siglo justicialista. Este es el valor de cada voto
peronista. Lo reclamo en nombre del presente y el porvenir. Lo reclamo en nombre de un amor por la causa del pueblo y si
fuese necesario dar mi propia vida por un voto peronista, gustosa la daría. Por eso mi consigna es esta: que cada voto
sea el grito de un corazón descamisado y peronista, diciendo la vida por Perón”.
“Un huracán político repleto de derechos. Una bisagra entre la Argentina agroexportadora que imponía sus privilegios y el comienzo de la batalla final por el modelo de país, que nació con el primer peronismo”.
“Dicen que una de las causas por las que la oposición no aceptaría el voto femenino, es porque las mujeres perderíamos femineidad. Y acaso no perdemos femineidad saliendo a ganarnos la vida a las 4 de..."
“El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón, para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que..."
“Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios. Me revelo indignada con todo el veneno de mi odio o con todo el incendio de mi amor -no lo sé todavía-..."
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