“Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios. Me revelo indignada
con todo el veneno de mi odio o con todo el incendio de mi amor -no lo sé todavía- en contra del privilegio que
constituyen todavía los altos círculos de las fuerzas armadas y clericales. Pero sé también que a los pueblos les
repugna la prepotencia militar que se atribuye el monopolio de la Patria, y que no se concilian la humildad y la pobreza
de Cristo con la fastuosa soberbia de los dignatarios eclesiásticos que se atribuyen el monopolio absoluto de la
religión. Yo no diría una palabra si las fuerzas armadas fuesen instrumentos fieles al pueblo. Pero no es así: casi
siempre son carne de la oligarquía” (“Mi mensaje”).
Sabe que el enemigo lejos de estar derrotado, está preparando el contrataque. Denuncia el pasado de la oligarquía
(explotación, concentración de la riqueza, latifundios); grita el sabotaje del presente (desabastecimiento, difamación
constante de la prensa) y advierte sobre el regreso de los viejos dueños de la Argentina, si antes no se avanza
definitivamente, sobre los nidos golpistas.“Como mujer de pueblo, que jamás va a traicionar, ni mentir, les digo que
todos estamos forjando una Argentina grande y no podemos dejarnos influenciar por esos derrotistas que nos quieren meter
otro himno y otra bandera” (Evita, 1946).
Se definía como una rebelde con sed de justicia, como una mujer cansada de ver el dolor en millones de argentinos. “Los
imperialismos han sido y son la causa de las más grandes desgracias de una humanidad que se encarna en los pueblos. Esta
es la hora de los pueblos, que es como decir la hora de la humanidad. Todos los enemigos de la humanidad, tienen las
horas contadas. Es la hora de los pueblos” (“Mi mensaje”).
Destaca que la pelea por el presente y el futuro, tiene a dos adversarios arriba del ring y habla de “ellos o nosotros”,
desde misma la lógica que implantó la oposición cuando amontonó candidatos en la Unión Democrática y archivó para
siempre sus propios sueños. “Hablo con el corazón de una mujer de pueblo, de una descamisada más. Hablo con un lenguaje
sin engaños, con el que hablamos de una realidad palpable” (1950).
Pero los enemigos que más le preocupaba era los de adentro, los que convivían con aquel primer peronismo: los traidores.
“Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder y pude ver
sus miserias. Por eso nunca me olvidé de las miserias de mi pueblo y pude ver sus grandezas” (“Mi mensaje”).
“No me interesa la calumnia de los opositores, no me importa lo que digan esos charlatanes que durante 50 años
explotaron a la clase trabajadora y a toda la Argentina. No me importa la calumnia de esas señoras que no hacían más que
tomar té y jugar al bridge, que se pasaban la vida en el Jockey Club, veraneaban en Mar del Plata y vendían la patria al
extranjero” (1948).
“Si alguna traición ronda en las filas del peronismo, sepan que al general Perón lo rodean los descamisados. Los
descamisados son incapaces de cualquier traición, porque son lo más puro del movimiento peronista” (1947).
Evita se transformó en ícono ideológico, imagen del nuevo tiempo y latido de su espacio político. “Ustedes los
telefónicos saben mejor que yo, lo que el general Perón significa para ustedes. Más que las conquistas materiales que
les dio siendo secretario de Trabajo y Previsión, sintieron la dignificación del hombre por el hombre, porque el general
Perón dignificó a los trabajadores y obreros telefónicos de la Nación. Los dignificó porque ustedes conquistaron algo
muy grande: ya no trabajaron para una empresa foránea, sino para la bandera azul y blanca” (1949).
“Un huracán político repleto de derechos. Una bisagra entre la Argentina agroexportadora que imponía sus privilegios y el comienzo de la batalla final por el modelo de país, que nació con el primer peronismo”.
“Dicen que una de las causas por las que la oposición no aceptaría el voto femenino, es porque las mujeres perderíamos femineidad. Y acaso no perdemos femineidad saliendo a ganarnos la vida a las 4 de..."
“El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón, para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que..."
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