En aquellos míticos reportajes del exilio español, Perón habló del supuesto protagonismo de Evita en el 17 de octubre.
La pintó heroica e imprescindible, recorriendo las fábricas de Avellaneda para convocar a los obreros a la Plaza de
Mayo. El objetivo de aquellas palabras, fue ocultar la importancia de Cipriano Reyes en esa jornada fundacional: “Evita
fue el número uno de los predicadores, con un sentido profundo de la revolución. Salió a la calle y junto con Mercante,
generaron el 17”. El posterior enfrentamiento Perón-Reyes, motivó que la historia oficial del justicialismo, borrara de
su pasado al sindicalista de la carne. Después de las elecciones del ’46, el presidente ordenó disolver el Partido
Laborista (herramienta electoral que armó Reyes, junto a dirigentes sindicales como Luis Gay, Monzalvo, Tejada, Manuel
García, Vicente Garófalo y Leandro Reynes), para conformar el Movimiento Nacional Justicialista. El delegado gremial,
que por entonces era diputado nacional, no aceptó la orden vertical, cavó su trinchera e intentó terminar con el hombre
que había ayudado a construir. En 1948 fue acusado de trabajar en el derrocamiento y asesinato de Perón y Evita. A
partir de ese momento, fue detenido, denunció torturas y atentados (en uno de ellos murió su chofer y él resultó herido
en una pierna). Estuvo preso hasta 1955.
Los testimonios que aparecieron en los capítulos de “Funes, el memorioso”, que
reconstruyeron el 17 de octubre de 1945, no dejaron espacio para sostener dudas añejas. “En ese momento, Evita no tenía
ningún conocimiento gremial, ni
contacto alguno con los trabajadores; mucho menos con nuestro comité de huelga” (Cipriano Reyes). “Evita no participó en
el 17 de octubre. No se puede caer en la idealización del personaje, para falsear la historia” (Norberto Galasso,
historiador). “Me consta que Eva Perón, no tuvo parte alguna en la gesta del 17 de octubre” (Padre Benítez, confesor de
Evita).
“Evita en ese momento, no tenía ninguna influencia sobre el movimiento obrero. El 16 de octubre a la noche, se fue a San
Nicolás, en un auto manejado por Juan Duarte, a la casa de Román Subiza; un radical amigo de Perón. Subiza le dio una
mano, para que ella pudiera tener su documentación en orden pensando en un casamiento cercano. El 17 a la noche pasó por
el Hospital Militar, no la dejaron pasar y Perón le dijo que vaya a su casa.
Evita no participó en la sublevación de sindicatos, porque aún no contaba con ninguna influencia para poder hacerlo. El
verdadero 17 de octubre, comienza con la llegada de la gente que Cipriano Reyes, encabezó desde Berisso, Ensenada y La
Plata” (Oscar Troncoso, historiador).
“Si alguna cosa tengo que reprocharle a las altas jerarquías militares y clericales es precisamente su frialdad y su
indiferencia frente al drama de mi pueblo. Sí, no exagero: lo que sucede en nuestro pueblo es drama, auténtico y
extraordinario drama por la posesión de la vida, de la felicidad, del simple y sencillo bienestar que mi pueblo venia
soñando desde el principio de su historia. El 17 de octubre fue el encuentro del Pueblo con Perón. Aquella noche
inolvidable se selló el destino de los dos, y así empezó el inmenso drama... Frente a un mundo de pueblos sometidos
Perón levantó la bandera de nuestra liberación. Frente a un mundo de pueblos explotados Perón levantó la bandera de la
justicia. Yo le sumé mi corazón y entrelacé las dos banderas de la justicia y de la libertad con un poco de amor... pero
todo esto -la libertad, la justicia y el amor, Perón y su pueblo-, todo esto es demasiado para que pueda mirarse con
indiferencia o con frialdad” (Evita “Mi mensaje”).
1951. Plaza de Mayo, su último 17 de octubre. “Yo les pido hoy compañeros, una sola cosa: juremos todos públicamente
defender a Perón y luchar por él hasta la muerte. Y nuestro juramento será gritar durante un minuto, para que nuestro
grito llegue hasta el último rincón del mundo, ‘la vida por Perón’. A los enemigos de la patria nunca les tuve miedo,
porque yo siempre creí en el pueblo, siempre creí en mis queridos descamisados. Nunca me olvidé que sin ellos, el 17 de
octubre sería fecha de dolor y de amargura, porque estaba destinada a servir a la ignominia y la traición; pero el valor
de este pueblo lo convirtió en un día de gloria y de felicidad.
Yo les agradezco todo lo que ustedes han rogado por mi salud. Espero que Dios oiga a los humildes de mi patria para
volver pronto a la lucha, para seguir peleando con Perón por ustedes y con ustedes por Perón hasta la muerte. Yo no
quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo. Y aunque deje en
el camino jirones de mi vida, yo se que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.
Yo se que Dios está con nosotros, porque está con los humildes y desprecia la soberbia de la oligarquía y por eso la
victoria será nuestra. Tendremos que alcanzarla tarde o temprano, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Mis descamisados, yo quisiera decirle muchas cosas pero los médicos me han
prohibido hablar. Yo les dejo mi corazón. Pronto estaré en la lucha y con más
fuerza y con más amor, para luchar por este pueblo que tanto amo, como lo ama Perón.
Y les pido una sola cosa. Estoy segura que pronto voy a volver a estar con ustedes, pero si no lo llegara a estar por mi
salud, ayuden a Perón. Sigan fieles como hasta ahora”.
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